La generación secuestrada
Para nadie es un secreto que la década de los 80 constituyó la época de oro para Cuba post-revolucionaria, no solo por la estabilidad política y social en medio de la conflagración ideológica que supuso La Guerra Fría, sino también, económica. Las directrices políticas tras los años convulsos en lo ideológico y estructural de los 60's y los 70's, venían a consolidarse de a poco. Las bonanzas del sistema comunitario comunista proveían a la Isla de alrededor del 80 % de su intercambio comercial, lo que básicamente nos hizo depender del mismo.
Y en esa época de transición política-económica, nacimos los de mi generación. Los que estaban lo suficientemente alejados de los primeros años del naciente Estado Socialista, y, demasiados cerca de lo que vendría a ser una de las debacles más sonadas de la evolución política-social del ''isleño'': los 90's con la incertidumbre de una adolescencia maltrecha por las extremas condiciones económicas. El Periodo Especial. Pasamos sin peaje, del paraíso de la infancia, al infierno adolescente, en el que se fraguaron muchas de nuestras ideas; la plena consciencia del mundo que se nos abría desde entonces.
Siempre en muchas de las conversaciones de añoranza, recordamos las travesuras que de niño hicimos, lo feliz de los parques infantiles y lo delicioso de las golosinas que nuestros padres podían darse el lujo de adquirir. Pero, luego, inevitable se hace el gesto de los rostros cuando sucumbimos a los recuerdos de los 90's, cuando empezábamos a tomar consciencia de las cosas, y encontrarle significado al gesto de una madre pensando qué podría cocinar para que su hijo no se quedase sin comer, o al sabido sacrificio materno de dejar el ''bistec'' para el niño. Sé que muchos de mi generación lo recuerdan así. Y sé que muchos preferirían no hacerlo.
Y justo todo eso cuando comenzábamos a pensar por nosotros mismos, cuando emprendíamos el camino del adolescente rebelde para inconscientemente prepararse para entrar en la adultez. No sé si habrá estudios al respecto, pero no he visto trabajo de sicología referido a estas cosas. De haberlo, con toda seguridad brindaría una visión contundente como desgarradora.
Ya a finales de los 90's, parecía que la economía salía del bache. Y con ella, las instancias políticas y gubernamentales, relanzaron el trabajo ideológico en aras de recuperar y/o ''salvar'' el desgarrado crédito que los ''isleños'' tenían por el socialismo. Desde la continuación de la insensata idea de admitir adolescentes de 14 años en las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas, práctica tan criticada por muchos, hasta el lanzamiento de la Batalla de Ideas, haciendo al cubano, y entre ellos, a nosotros, campo de batalla en el que sin miramientos, lo que pensábamos se fue ''a bolina''. Solo nos hicieron ''soldados'' de vanguardia de su Batalla, que nadie de nosotros pidió, y de la que constituíamos carne de cañón.
Se nos vetó el derecho a pensar, y hasta se llegó a proferir que la universidad era para los revolucionarios-entiéndase los acólitos de la Revolución del 59-, sin tapujos. Se nos alimentó el deseo juvenil con sus mismas ideas, como alcancías que solo guardan monedas viejas de la abuela. El bien montado campo de batalla, contra un enemigo archiconocido y otros inventados de la nada, viendo absolutamente en todo lo externo el filo de espada enemiga, vino a preponderar por encima de sueños propios de cada generación, y a encumbrarse como meta a alcanzar. La Flauta Mágica acaso fuese menos explícita en su empeño.
Y así, como si todos los jóvenes de mi generación hubiésemos suplicado ante la Trinidad, se nos dio por bandera el socialismo para defender. Y escondidos dentro, cada uno de los sueños e ideas que tácitamente compartíamos, con solo mirarnos, o ver hacia delante. Se nos ha querido pasar la herencia de una guerra interminable. Y lo que no sabíamos, es que se nos estaba secuestrando, amaestrando con bocadillos envueltos en sus ideas añejas.
Quisieron que heredáramos la inercia, que promulgáramos nuestra inocencia como su brazo. Y así, construyeron de entre nosotros nuestros ''líderes'', esos que solo se cuestionan si el discurso que tienen que pronunciar está acorde a los principios socialistas, olvidando por completo aquellos de su generación. Y nos quitaron el derecho a tener líderes auténticos, que es lo que les ha faltado a las generaciones post-revolucionarias.
Y ya recogen ellos las consecuencias: un estado envejecido. Añejo como sus ideas. E intentan ahora, tras admitirlo sin ápice de remordimiento, aflojar la cuerda que nos ata.
Sí, somos la generación que tuvo una infancia de oro, una adolescencia convulsa, y una juventud, aún, secuestrada por ideas añejas. Nos caímos del cielo, y fuimos a parar más allá del suelo. Y nadie nos preguntó.