Haciendo a Cuba...(Pensamiento desde fuera)

Prefacio para un grito


Probablemente, en el mundo occidental el tema Cuba sea uno de los más llevados y traídos, sacado a la luz por cuestiones puramente políticas-para desgracia de los propios cubanos-, y, a la Caridad gracias, por la idiosincrasia del isleño mestizo, aunque su piel sea blanca. Otras veces, solo la esconden, como aturdidos por todo lo que ella, la Isla, puede acarrearles. Y en estos tiempos, la Isla, con la Virgen de La Caridad en zozobra por su suerte, parece revivir nuevas tensiones y ganarse, mal que bien, la atención del ''de afuera''.
Para quien ha vivido sus primeros veintiochos años allí donde el son se canta con ''mela'o'' de caña, con el sudor del negro y el blanco sincronizados como pocos, pensar a Cuba desde allende, trae el aire de añoranza y pena, de goce y remembranza, que los años atrincherados en la madeja que la sociedad cubana viene a ser, nos imprime indefectiblemente allí adonde vayamos.
Nadie es profeta en su propia tierra, la Santa Biblia nos ensaña desde entonces. Pero pensar a cosa alguna no es un delito consumado, no es sino la mínima expresión del que añora realmente algo nuevo, algo lógico y, por qué no, hasta insensato en su raíz. Pero pensar no puede tener un límite; pensar no puede solo ser poner en palabras ideas: tiene que ser mucho más. Pensar es acción, no contemplación, y para los isleños ''de ahora'', debe y tiene que ser eso. Y si desea el pensamiento ser libre, no puede ni debe estar enmarcado en caminos consabidos y maltrechos, no puede pensarse dentro del pensamiento, sino fuera, donde la autosugestión y el prejuicio no lleguen a hacerse patentes. No puede pensarse dentro del pensamiento ya expuesto; debe el hombre, y el isleño por extensión, saberse pensar ''fuera'' de las fronteras que la misma historia ha impuesto. solo así se desarrolla el hombre y la sociedad. Que no digo obviar todo lo hecho, sino hacer todo lo nuevo.
Y mucho se habla dentro de la Isla de hacer Revolución dentro de La Revolución, haciendo de esta última una suerte de religión inamovible a la que se deifican hombres y ''leyes''. Ya, entonces, tendríamos que caer en revolución, su significado, su misticismo. Y al caer en ello, caeremos irremediablemente en el círculo vicioso que más de cincuenta años han infundido en cada uno de nosotros. Ese círculo por el que se canaliza todos los defectos alrededor de las virtudes en hipérbole, cayendo en el olvido periódico los primeros, y las últimas, puestas como bandera del estado, acechando el más mínimo atisbo de descentralización del círculo.
El ''isleño'' parece haberse dormido, y como tal, sueña un bienestar real desde ''dentro'', pero que se pierde cuando despiertas y ves todo desde ''fuera''. Decimos sí a casi todo, levantamos ''unánimemente'' las manos cuando votamos por algo, hacemos inamovible el socialismo por constitución, aplaudimos con una sonrisa el mismo discurso aún cuando en él se nos ultraja sutilmente-ya daré ejemplos. Nos esperanzamos cuando del pedestal estatal nos llegan palabras de cambio. Como si ya no hubiésemos pasado por ese trecho de historia. Y al final, no pensamos-y no ofendo, porque me incluyo, y no es mi intención-; al final solo aplaudimos.
O, ¿nadie ha pensado qué significa realmente la propuesta de limitar el mandato a dos quinquenios consecutivos? ¿O, por qué se insiste en ''salvar'' la gestión gubernamental de Fidel Castro, en el congreso que pone punto final, por ley biológica, a la salvaguarda de la generación de la Sierra? ¿O, por qué, tienen que venir a decirnos, los mismos que cometieron los crasos errores en estos años, que no son pocos ni irreales, en qué ''nos'' hemos equivocados, como si, por socialismo se entendiese, compartir a partes iguales una culpa piramidal, ''desde arriba''? ¿Y, por qué tenemos las nuevas generaciones que pensar y hacer dentro del mismo marco, caminando los mismos pasos que aquellos que, sutilmente, se han sucedido así mismos en el poder una y otra vez? Es cierto que los jóvenes son el motor de la historia, pero nosotros, los de La Isla y fuera de ella, nos hemos extraviado. Hemos hecho concesiones que, aunque no irrevocables, parecen ataduras difíciles de romper. y claro que las respuestas no están fuera de las fronteras de Cuba; están tan cerca del cubano ''de a pie'' como el agua cristalina de los riachuelos que bajan desde La Sierra. Están allí. Solo hay que encontrarlas. Pero, para eso, necesita el ''isleño'' salirse a la mar, como siempre ha hecho, y pensar ''lejos'', aunque esté Malecón adentro.
Revolución, siempre. Pero auténtica, incluso dentro de la propia historia de Cuba. Revolución de masas y no de caprichos y odios infundados y enemigos fantasmas.
Respeto, y siempre respetaré a los que piensan diferente. No se trata de irreverencia a nadie. Pero, si solo con gritar es suficiente, sirva este blog para gritar a mis anchas, y decir lo que pienso. Dentro o fuera; no importan, el ''isleño'' seguirá siendo tal donde quiera que esté. Pero, a este punto, ya llegaré...


Un alto en el camino...Del feligrés y la Trinidad


Pareciera irrisorio que a solo unas horas de publicadas las palabras anteriores, en su modesta intención, llegara a mis conocimientos un hecho lamentable, del que solo el arte es víctima en persona de uno de los más carismáticos y talentosos pintores contemporáneos. La Casa-Taller Pedro Pablo Oliva cierra sus puertas, y con ellas, todo una historia de trabajo continuo y consciente en el que solo el arte supuso protagonismo.


 (http://www.casatalleroliva.org/index.php/articulos/pronunciamiento-de-la-casa-taller-pedro-pablo-oliva-a-proposito-del-cierre-a-partir-del-14-de-mayo-de-2011 y http://www.pedropablooliva.com/home.php).


¿Por qué? No pretendo hacerme eco de las declaraciones del propio artista-muy concisas en su empeño-, pero sí atisbar lo que supone el paradigma de ''fidelidad'', para el ''isleño''-y aquí aclaro, como muy bien expresara Pedro Pablo, que no es solo el de Malecón adentro-. 
Estos años nos han pasado factura a lo grande, y hemos modificado nuestro-¿o debo decir nos han?-vocabulario en cuestiones vitales de la sociedad. Hemos cambiado Patria por Revolución-la del 59-, hemos trucado partido y estado en una especie de quimera inamovible; hemos confundido la unanimidad por consciencia; hemos hecho del pueblo, tan llevado y traído en discursos, estado, como si por ley ambos debieran andar juntos de la mano adonde quiera que nos llevase el derrotero. Y hemos dado a la palabra fidelidad el matiz religioso del catolicismo-con perdón de lo feligreses, cuya creencia respeto-perdiendo el criterio de que fidelidad, ante todo significa confianza, y esta significa actos que la sustenten. 
Siempre, en el discurso político cubano, se nos aúpa a tener confianza y ser fieles al partido, y por extensión , al Estado. Y para ''ponerle la tapa al pomo'', encumbramos tal semántica en la Constitución. Ponemos a la vanguardia de la dirección del país al partido único, presuponiendo que a lo largo de los años, aún cuando no incluya sino a una pequeña parte de la población, seguiría representando realmente cada uno de los intereses de los sectores de la sociedad, dándole el poder del cubano ''de a pie'' para controlar y fiscalizar sus propios pasos. El estado se fusionó con el partido único, y habló en su nombre desde entonces, olvidando acaso, que son los pueblos, los ciudadano, los que tienen el derecho de hablar en su propio nombre. Y el socialismo, vino a ser la única alternativa posible, para una sociedad que enmudece de a poco, y encierra en las endebles fronteras de la ideología-o al menos eso han intentado- lo más importante: la libre determinación individual y social y el humanismo. 
¿Por qué se jactaron en criticar la teoría del fin de la historia, si no ven otra alternativa que el socialismo ''cubano''?
Y enredados en esta telaraña urdida por años, construyendo el paradigma del Partido-Estado-Socialismo como la santa trinidad, al isleño se le arenga a tener confianza, ser fiel a sus principios y su historia, trayendo constantemente el pasado como sustento del presente y un futuro incierto. Nos enseñaron a mirar atrás, y caminar a ciegas, confiados en que esa suerte de panteón nos guíe. 
Y entonces, salirse de este esquema de la trinidad, no ir a misas, o no rezar antes de acostarse porque el día siguiente logremos caminar así sea uno pasos, se convierte en el típico sacrilegio del feligrés que solo quiere una Isla mejor, con su cultura rica en demasía, su bonanza y su sabor caribeño. Se nos mira, precisamente desde esa trinidad, aunque digan lo contrario, como la oveja descarriada al amparo de los lobos, unos ciertos, otros...solo fantasmas. 
Pero lo peor de la trinidad no es su existencia en sí, es la manera que ha calado en el alma del isleño, cegándole de ver mucho más allá, como por años los cubanos han sido capaz de ver. Se nos ha secuestrado el pensamiento, dejándonos solo la inercia del impulso del 59. Y si hay algo que ha escapado siempre de tal inercia, es el arte verdadero, e que se impone más allá de sus fronteras didácticas e introvertidas. Ejemplos sobran a la largo del camino. Piedras, otras rocas, con las que parece que tropiezan una y otra vez en el empeño de mantener la fusión monolítica de la trinidad. 
Por eso, al conocer lo sucedido con la generosa idea del pintor, no solo molesta y irreverencia al pensamiento libre, del ateo político y socialmente comprometido, sino también exonera de tal ''fidelidad'' religiosa, y compromete, aún más, a la fidelidad humana, a la que verdaderamente une sin inmovilizar.
Pero, el arte seguirá, como fuere necesario; sobrevive a todo y a todos. El fin, es el comienzo cada vez que el pensamiento se materializa en una simple pincelada al azar. 


La generación secuestrada


Para nadie es un secreto que la década de los 80 constituyó la época de oro para Cuba post-revolucionaria, no solo por la estabilidad política y social en medio de la conflagración ideológica que supuso La Guerra Fría, sino también, económica. Las directrices políticas tras los años convulsos en lo ideológico y estructural de los 60's y los 70's, venían a consolidarse de a poco. Las bonanzas del sistema comunitario comunista proveían a la Isla de alrededor del 80 % de su intercambio comercial, lo que básicamente nos hizo depender del mismo.
Y en esa época de transición política-económica, nacimos los de mi generación. Los que estaban lo suficientemente alejados de los primeros años del naciente Estado Socialista, y, demasiados cerca de lo que vendría a ser una de las debacles más sonadas de la evolución política-social del ''isleño'': los 90's con la incertidumbre de una adolescencia maltrecha por las extremas condiciones económicas. El Periodo Especial. Pasamos sin peaje, del paraíso de la infancia, al infierno adolescente, en el que se fraguaron muchas de nuestras ideas; la plena consciencia del mundo que se nos abría desde entonces.
Siempre en muchas de las conversaciones de añoranza, recordamos las travesuras que de niño hicimos, lo feliz de los parques infantiles y lo delicioso de las golosinas que nuestros padres podían darse el lujo de adquirir. Pero, luego, inevitable se hace el gesto de los rostros cuando sucumbimos a los recuerdos de los 90's, cuando empezábamos a tomar consciencia de las cosas, y encontrarle significado al gesto de una madre pensando qué podría cocinar para que su hijo no se quedase sin comer, o al sabido sacrificio materno de dejar el ''bistec'' para el niño. Sé que muchos de mi generación lo recuerdan así. Y sé que muchos preferirían no hacerlo. 
Y justo todo eso cuando comenzábamos a pensar por nosotros mismos, cuando emprendíamos el camino del adolescente rebelde para inconscientemente prepararse para entrar en la adultez. No sé si habrá estudios al respecto, pero no he visto trabajo de sicología referido a estas cosas. De haberlo, con toda seguridad brindaría una visión contundente como desgarradora. 
Ya a finales de los 90's, parecía que la economía salía del bache. Y con ella, las instancias políticas y gubernamentales, relanzaron el trabajo ideológico en aras de recuperar y/o ''salvar'' el desgarrado crédito que los ''isleños'' tenían por el socialismo. Desde la continuación de la insensata idea de admitir adolescentes de 14 años en las filas de la Unión de Jóvenes Comunicados, práctica tan criticada por muchos, hasta el lanzamiento de la Batalla de Ideas, haciendo al cubano, y entre ellos, a nosotros, campo de batalla en el que sin miramientos, lo que pensábamos se fue ''a bolina''. Solo nos hicieron ''soldados'' de vanguardia de su Batalla, que nadie de nosotros pidió, y de la que constituíamos carne de cañón. 
Se nos vetó el derecho a pensar, y hasta se llegó a proferir que la universidad era para los revolucionarios-entiéndase los acólitos de la Revolución del 59-, sin tapujos. Se nos alimentó el deseo juvenil con sus mismas ideas, como alcancías que solo guardan monedas viejas de la abuela. El bien montado campo de batalla, contra un enemigo archiconocido y otros inventados de la nada, viendo absolutamente en todo lo externo el filo de espada enemigo, vino preponderar por encima de sueños propios de cada generación, y a encumbrarse como meta a alcanzar. La Flauta Mágica acaso fuese menos explícita en su empeño. 
Y así, como si todos los jóvenes de mi generación hubiésemos suplicado ante la Trinidad, se nos dio por bandera el socialismo para defender. Y escondidos dentro, cada uno de los sueños e ideas que tácitamente compartíamos, con solo mirarnos, o ver hacia delante. Se nos ha querido pasar la herencia de una guerra interminable. Y lo que no sabíamos, es que se nos estaba secuestrando, amaestrando con bocadillos envueltos en sus ideas añejas. 
Quisieron que heredáramos la inercia, que promulgáramos nuestra inocencia como su brazo. Y así, construyeron de entre nosotros nuestros ''líderes'', esos que solo se cuestionan si el discurso que tiene que pronunciar está acorde a los principios socialista, olvidando por completo aquellos de su generación. Y nos quitaron el derecho a tener líderes auténticos, que es lo que ha faltado las generaciones post-revolucionarias. 
Y ya recogen ellos las consecuencias: un estado envejecido. Añejo como sus ideas. E intentan ahora, tras admitirlo sin ápice de remordimiento, aflojar la cuerda que nos ata. 
Sí, somos la generación que tuve una infancia de oro, una adolescencia convulsa, y una juventud, aún, secuestrada por ideas añejas.  Nos caímos del cielo, y fuimos a parar más allá del suelo. Y nadie nos preguntó.




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